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La cultura de la diversión adolescente todos los fines de semana

Las salidas de nuestros hijos adolescentes son una preocupación permanente. Cada vez hay más abuso de alcohol, violencia, promiscuidad, agotamiento físico, accidentes, casi una ruleta rusa con la muerte todos los fines de semana.

diversion adolescente

Parecería que pasar este descontrol y sobrevivir es una prueba de crecimiento, de paso a la adultez, como hacen todavía algunas tribus de aborígenes. La diferencia es, que en estas últimas, deben superar una prueba que muestra que ya son adultos (cazar una presa, por ej.) y los mayores supervisan y acompañan todo el proceso. En cambio, la diversión adolescente se caracteriza por la falta de adultos, la ausencia de autoridades, una mirada cómplice hacia otro lado, o una sensación de brazos caídos, de impotencia ante una situación que nos supera y frente a la cual, sentimos que nada podemos hacer.

Yo no sé ustedes, pero sinceramente, ¡me niego a rendirme si lo que está en juego es la vida y salud de mis hijos! En vez de bajar los brazos, hay que dar dos pasos para adelante y hacerse presentes. Escuchando a nuestros hijos, sabiendo qué hacen, dónde y con quién. Llevarlos y buscarlos, acordar y negociar algunos límites pero ser claros y firmes en otros. Proteger, cuidar, dialogar y sobre todo, dar el ejemplo. Porque la vida tiene momentos divertidos, pero la diversión no lo es todo. Solo con proyecto de vida se puede buscar algo más que lo divertido, algo más profundo, algo llamado felicidad. Lo divertido es efímero y pasajero, puramente corporal y exterior. Y está bueno, pero no se agota en si mismo.

La vida nos pone frente a momentos de dolor, frente a metas por alcanzar que exijan superar la frustración, como estudiar para un examen, entrenar para un deporte y en equipo, aceptar lo que nos toca aunque duela, vivir la vida a pleno. Las madres biológicas saben de lo que hablo, ya que el parto es un momento de plena felicidad, pero no tiene nada de divertido. Si nos mostramos entusiastas portadores de los valores que queremos que nuestros hijos descubran y vivan, podrán entonces dar el paso de la diversión hacia la alegría, de la adolescencia a la adultez. En definitiva, adultos que muestren que son felices, que saben divertirse, que proponen alternativas para ellos, que soportan con coraje la frustración de sentirse malos y autoritarios cuando saben que están siendo simplemente padres con autoridad.

Amar a un hijo es saber que la vacuna que el médico nos recetó inevitablemente le va a doler y lo va a hacer llorar, pero lo que queremos es salvarle la vida y ayudarlo a crecer sano y feliz. Las vacunas del alma son lo mismo, se llaman límites, se aplican con ternura, amor y fortaleza. No sirve sólo juntarnos para hablar de nuestros hijos, hay que hablar con nuestros hijos. No alcanza con preocuparse, hay que ocuparse. No alcanza con amarlos, ellos deben sentirse amados. La tarea de ser padres no siempre es divertida, pero no tengo ninguna duda de que, bien ejercida, es un camino seguro para la felicidad, sobre todo la de nuestros hijos.

Por: Eduardo Cazenave

19/03/2013

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